Era un día normal, como todos, aburrido y trivial, hasta que la vi a ella, mis pelos se pusieron de punta por los nervios que sentí al instante.
Una muchacha hermosa que tenía un vestido azul cielo, un cabello azabache, una piel de porcelana y unos ojos de los cuales no alcanzaba a distinguir color.
Solo fue que nuestras miradas se encontrarán para que mí corazón se sintiera a explotar. Un simple vistazo de ella, metros sobre mi en el cielo, me provocaba un amor tierno, su vestido que flotaba con ella me daba una sensación de ligereza y las plumas de su velo me pedían que subiera.
¿Que tan perfecta se podía ser?, una descripción no podría tener, porque solo su nombre se repetía en mi cabeza, y es que con su figura pequeña, por la distancia a la que se encontraba, me provocaba el querer besarla, esa necesidad hacía que se me saliese el corazón por la boca cada que la pensaba.
Qué pena que vuele en el cielo con aquellos hilos transparentes, la distancia entre nosotros se sentía como el mismísimo infierno, ella solo podía ser tocada por las nubes que se desdibujaban en el cielo, mientras que en tierra aprisionado, yo solo podía apreciar su belleza.
Las mariposas en mi estómago me querían hacer volar para poder alcanzarla y hablar con ella por un momento, pero no eran tan grandes sus alas como para alzar vuelo conmigo.
“No eres tú, mi desconocida mujer, soy yo que no logro alcanzarte.”
Ella, la mujer más hermosa que habrían visto mis ojos, ella una rosa que hacía que mi corazón doliese por el amor que me provocaba mirarla, ella un deseo inalcanzable que me dejaba idealizarla.
Carpe diem, decían los griegos, pero yo no encuentro disfrute si no es contigo señora mía, ¿Por qué tan inalcanzable?, ¿Por qué sigues en el cielo atada?, en tus manos una pelota roja que se asemejaba a tu pequeña carita, esta refleja tu alma infantil atrapada allá arriba, dime pequeña rosa ¿Por qué no sueltas la pelota?, ¿Por qué no te sueltas a ti?
Sigues volando por el firmamento, flotando en un único punto de él, agarrada cada vez por más hilos transparentes hasta que la invisibilidad te termina por envolver y mis ojos, como platos, solo pueden pedir silenciosos deseos para que vuelvas al cuadro.
El reto de esta semana, parafraseado, era este: “El peor enemigo de un escritor son los tópicos, por lo tanto, escribe un relato y mete todos los tópicos que puedas. Te aseguro que después de leerlo te echaras unas risas, pero no querrás usar uno nunca más”
Y sinceramente no sé si es porque he leído peores cosas o si de por sí yo no le encuentro problema a usar “tópicos” pero la verdad intente hacer algo muy desparchado y termine por sacar algo medianamente decente, por lo tanto, como dice school of plot “Si un cliché te hace feliz, creo que deberías escribirlo. No puedes complacer a todos, pero puedes complacerte a ti mismo.”